1. ¿Necesito ser flexible para sumarme a las clases?
No. El cultivo de la flexibilidad no es un requerimiento para sumarte a las clases, sino más bien una consecuencia de la práctica. Cuando te comprometes a seguir una práctica regular, gradual y consciente, la flexibilidad aparece de manera natural. El foco de mis clases es cultivar la profundidad de la consciencia somática, y esto tiene como resultado un incremento en la elasticidad muscular y la movilidad articular.

2. ¿Puedo practicar Yoga aunque me cueste concentrarme?
Sí. Si tu cabeza tiende naturalmente hacia la dispersión y te cuesta enfocar la mente en un estímulo, mis clases serán un excelente espacio para que entrenes tu atención. Con la práctica aprenderás a percibir con precisión las sensaciones en constante cambio en el interior de tu cuerpo, y ese aprendizaje lo puedes aplicar directamente en tus actividades.
OJO: Intentar poner la mente «en blanco» no será muy útil en mis clases (y creo que tampoco te servirá mucho en la vida). Buscaremos más bien lo contrario: dejar la mente disponible hacia la experiencia presente del cuerpo.

3. ¿Puedo practicar Yoga si no tengo experiencia previa?
Sí. Lo importante es seguir ese impulso interior que busca ir más allá de lo conocido, y canalizarlo a través de una práctica atenta y abierta a la exploración del propio cuerpo. En las primeras sesiones es fundamental mantener la atención disponible a las instrucciones y las respuestas del cuerpo, observar los propios límites y abrirse a la experimentación personal.

4. ¿Qué pasa si alguien se da cuenta de que estoy haciendo mal una postura?
Una postura no está «mal» si tus manos no alcanzan tus pies o si tus brazos no llegan a cierto punto. Si practicas desde tu mejor esfuerzo, con la atención despierta y sin dañarte, entonces lo estás haciendo «bien». Si veo que tu alineación requiere ajustes para evitar que te dañes, te indicaré cómo modificar la postura para experimentarla sin perjudicarte.

5. ¿Puedo bajar de peso con el Yoga?
Sí. Durante la clase quemarás calorías, especialmente en la primera parte donde practicamos secuencias dinámicas de posturas. Más allá del gasto energético, las técnicas del Yoga ayudan a abordar la armonización del peso desde la dimensión emocional y fisiológica. Con el tiempo aumentará tu atención al ingerir alimentos, podrás darte cuenta con más precisión cuándo sientes saciedad, serás más consciente de los impulsos emocionales que te llevan a comer cuando no tienes hambre y podrás modificar tus respuestas automáticas, aprenderás a distinguir la necesidad fisiológica de comer de los antojos ansiosos.
Practicar Yoga requiere tomar responsabilidad sobre el cultivo del propio cuerpo, y crear un compromiso personal para vivir una evolución profunda. En el largo plazo, quienes mantienen una práctica regular, atenta y extendida logran armonizar su peso y contextura, si complementan el proceso con una adaptación consciente de su alimentación.
