Dignidad somática

«Hasta que la dignidad se haga costumbre». Esta consigna se ha escuchado y leído por todos lados desde el comienzo de la revolución social del 2019 en Chile. «Dignidad» es un término que define el valor inherente del ser humano, y es la razón de que existan los derechos humanos. Este concepto concentra todas las demandas del movimiento social, y con justa razón, ya que ha sido pasada a llevar en sus múltiples dimensiones durante décadas en nuestro país. 

El hecho de que la dignidad sea el núcleo de las consignas me parece absolutamente necesario. No solo me hace profundo sentido, sino que confirma la dirección que había estado tomando mi práctica de Yoga en el último tiempo. Desde inicios del 2019 vengo trabajando la dignidad en su dimensión somática, en la reflexión y en la práctica, de forma tanto colectiva como personal.

Para que exista dignidad debe haber reconocimiento. Implica admitir la condición humana de cualquier persona, y los derechos y las condiciones mínimas que deben respetarse de forma incuestionable. A nivel somático, involucra reconocer la consciencia del cuerpo: su poder de sentir, de moverse, y de expresar su presencia en el mundo. Dignificar el propio cuerpo significa en mi visión aceptar su experiencia subjetiva y permitir que se presente sin ningún fin en particular. 

Para mí la decisión de hacer presente el cuerpo como acto de dignidad va incluso más allá de sus beneficios físicos y psicológicos. Nos permite conectarnos con la naturaleza cambiante de la realidad: tal como las estrellas nacen y mueren, los líderes se alzan y caen, la estabilidad y el caos se suceden, así el cuerpo individual inhala y exhala, y pulsa en la eterna danza oscilante del cuerpo universal.